Maria Luisa Ucero, Directora Gerente de ASODEMER; Antonio Martinez Ares, Carnavalero, Cantautor y Pregonero gaditano y, Antonio Ponce de León, Presidente de ASODEMER.
Al finalizar el acto, se sirvió una "copa de vino español"....
PREGÓN TOSANTOS 2010
“YO CANTO, VOSOTROS CACAREAR”
(Canción, Antonio Martínez Ares)
¡Excelentísima patata, cardos borriqueros, tomates rojos verdes, tagarninas. Berenjenas todos. Muy verduleras noches!
Como diría el gran poeta Juan Carlos…de Borbón, nos llena de orgullo y satisfacción, a mí más que a ellos porque éstos tres pollos sin estudios ni deseos de hacer nada útil en la vida, repito, nos llena de orgullo y satisfacción haber recibido el primer premio en el concurso de exornos con motivo de los Tosantos en la plaza de abastos de Cádiz por nuestro homenaje pollil a la selección española, a la armada invencible, a la bosqueriana, a La Roja.
¡Cachuchos, mejillones, huevas, atunes, caballas, almejas, besugos, pescaíllas, coquinas, merluzos, burgaillos, bigotes de gambas, truchas, salmonetes, almendritas, pulpol y chocos…!
Han sido tanto los gaditanos que nos han votado que nos hemos visto obligados a abandonar momentáneamente el puesto 174, propiedad de la familia del archiconocido hispano escocés Mac Arthy, familia esta muy ligada desde siempre al precioso deporte del balompié para, en un detalle de agradecimiento, posar ante nuestros gobernantes y pueblo en general antes de pasar por vaya usted a saber qué sartén de cualquiera de ustedes.
¡Pollos del mundo, debéis saber que en Cádiz hay que morir! Debéis saber que el pollo que muere en Cádiz, en la plaza, en Tosantos, ese pollo vive para siempre en la memoria de todos los pollos barra as de Cádiz porque dándole la vuelta a la tortilla del pollo de Antonio Burgos tengo que decirles que los pollos gaditanos mueren donde les da la gana. Así pues. ¡Pollos del mundo, repetid: en Cádiz hay que morir!
Días antes de haber sido inmortalizado con este premio recibí un email de un primo mío, Manuel más conocido por “El Pollo” en el que me decía lo siguiente: Primo, no veas la suerte que tienes de haber caío en un puesto de la plaza y que te disfracen pa los Tosantos porque a mi y a quinientos pollos más de Chiclana nos espera la terrible muerte del guok de uno de tantos chinos que se están quedando con to los locales del centlo y palte de pueltatiela.
Qué sentido tiene la vida de un pollo gaditano, señores, si no muere disfrazado en la plaza de abastos, que es el hall de entrada a la plaza de la libertad que a su vez se abre al salón de la Plaza de las Flores.
¿Tres plazas en una plaza? ¡Pues sí, qué plaza!
¡Pollos del mundo repetid: en Cádiz hay que morir!
¡Hígados, riñones, rabos de toro, chicharrones, pechugas, terneras, lomos, chuletas, conejas, chorizos, carnes de primera, de segunda, de tercera, de regional preferente ¡Ese Cádiz oé!, carne picada, condumio pal adobo, avíos pal puchero, casquería en general…!
Este premio pone la brocheta de oro, el culmen a toda una vida dedicada al mundo del espectáculo. Yo, que siempre he sido un pollo hiperactivo (si alguien cuando me coma encuentra nervios no diga que no avisé) pienso hoy, cuando veo a mi público entregado en aplausos y vítores, que todo el esfuerzo ha valido la pena, que si tengo más mala cara que un pollo de Simago es porque no he hecho otra cosa en mi vida que empollarme de mi tierra, apoyar a los que me lo han solicitado y tocar los huevos como sólo se tocan en Cádiz cuando llega el carnaval. Y si me ha caído alguna pluma por el camino poeso es lo que hay porque la pluma es intrínseca del gaditano. Asiné.
¡Pollos del mundo repetid: en Cádiz hay que morir!
Yo he visto de todo y he engordado de felicidad recordando los episodios nacionales que mi madre y mi abuela me contaban. He coleccionado situaciones y anédotas. Aunque parezca un pollito en mi interior se acumulan historias pequeñas y grandes de un Cádiz donde todas sus calles dan al mar, al mercado, a la plaza de toda la vida de Dios. Una plaza ligada a mi familia por los siglos de los siglos avecrem. Si me permiten, con tres fechas les pondré al tanto de los logros familiares.
En 1800 veintipico, donde está hoy la plaza, todavía seguía en pie el convento de los Descalzos. Mi tatarabuelo por entonces le hablaba a una gallina del Puerto de Santa María que se pavoneaba por el solar y lo traía frito.
En 1838 se principió la plaza. Y allí estaba mi bisabuelo con su carita pegá en el cristal del puesto.
Y en 1928, mi padre, sí, mi padre, fue testigo directo de la remodelación del mercado y fue él, y no otro, el autor de un tango del carnaval que cantaba las andanzas de un veterinario que el ayuntamiento contrató para asegurar la sanidad en los productos. Que quede claro.
¡Pollos del mundo repetid: en Cádiz hay que morir!
¡Platanitos, plátanos, bananas, mangos, calabazones, peras, manzanas, fresas, fresones, papayas, sandías, limones, brevas, peros y melones…!
Fue mi familia la que en su afán de darse a los demás en uno de noviembre de 1876 cambió la historia de Cádiz y quién sabe si del mundo mundial. Mi bisabuelo, acompañado por otros dos compinches, se disfrazaron de políticos para recordar la promulgación de la Constitución Española. Mi bisabuelo se disfrazó de Cánovas del Castillo y sus habituales colegas de Sagasta y Emilio Castelar. Claro está que Jerónimo, responsable del puesto, estaba completamente al márgen de las maniobras de estos pollos. Lo que lo alertó de que algo estaba ocurriendo en el puesto fue la aglomeración de público muerto de risa ante su vitrina. Mi bisabuelo y los otros dos, caracterizados políticamente correctos, miraban fíjamente al personal que aplaudía la gracia gaditana. Debajo de ellos había un cartel en el que se podía leer: “Si yo soy gordo y éste es delgao depende de la Constitución…de cada uno”. Mi madre me dijo que fue aquella tarde cuando se inventó en Cádiz la palabra bastinazo.
¡Pollos del mundo repetid: en Cádiz hay que morir!
¡Zanahorias, nabos, pepinos, puerros, apios, brócolis, coliflores, lechugas, perejiles y otras hierbas buenas…!
En cuestión de minutos los demás comerciantes echaron mano de la ironía y doble sentido que en esta tierra importamos tanto y tan poca importancia damos y adornaron sus puestos, disfrazaron sus productos y captaron la atención del público. Y una vez más, lo siento en el alma pero tengo que decirlo, fue el Ayuntamiento de Cádiz quien se apuntó el tanto y pasó a la historia. Pero claro era la palabra del Alcalde contra la de un pollo. Suele pasar.
Llegados a este punto no puedo sino homenajear a mi familia, a la madre de este pollo, al barrio que nos vió nacer y a la calle que como la plaza antes también fue un convento. Pero antes: ¡Pollos del mundo reptid: en Cádiz hay que morir!
El último romano
(Canción Antonio Martínez Ares)
"Y hoy, taitantos años después, aquí en este salón os pido, os ruego, que sigáis esta tradición y adornéis vuestros puestos para que el pueblo gaditano siga presumiendo de vuestra gracia, de vuestra ironía y vea cómo la gente de la plaza, con la que está cayendo, se ríe hasta de la muerte. Os animo a que nos mantengamos firmes en la recuperación de nuestras tradiciones. Os animo a que todos los años presentéis El Tenorio a lo gaditano, en el mercado, echando a suertes los papeles de don Juan y doña Inés. Os animo a que disfracéis a vuestros hijos de chicharitos o de habas, a que os disfracéis todos de atún, de cochinos, de toros con sus cuernos bien puestos y su…con todo. "
¡Pero por lo que más queráis, disfraces de calaveras no! ¡Caca! ¡Eso no es Cádiz! En todo caso de calabaza, que es muy de nuestro mercado. Rechazad las costumbres de Jaloguin y más fantasmadas que nos llegan de otros países y poned en valor las que nos dejaron en herencia nuestros padres y los pollos de sus padres. Y enseñadle a los niños que aquí en Cádiz, en Tosantos, no se dice: ¿truco o trato? No, aquí se dice: ¿Tú qué, papa o bisté?
¡Pollos del mundo repetid: en Cádiz hay que morir!
¡Higos, higos secos, nueces, castañas pilongas, arvellanitas de los toros, piñonates, bellotas, chochitos y cotufas, arropías, nueces y peladillas…!
Acordaros de todos los que han hecho grande esta fiesta, de los detallistas de San Severiano, de los del Piojito de la Merced, de todos los que en su justa medida venden sus productos en los aledaños de la plaza de abastos calentando con aromas nuevos el frío de noviembre y de la madre que lo parió al Ayuntamiento para lo bueno y para lo malo.
¡Pescaderos, verduleros, carniceras, recoveros, fruteras, matarifes, porteadores, churreras y tes….!
¡Adornad vuestros puestos, total, si ya los tenéis puestos!
Y pongo fin a esta carnicería no si antes repetir:
¡Pollos del mundo repetid: en Cádiz hay que morir!
“A la Plaza de Abastos”
(Tanguillo. Coro Los Luceros.
Antonio Rodríguez “El Tío de la Tiza”.