Muchas de las supersticiones más arraigadas son aquellas que tiene que ver con el pan.
Es sabida la consideración del pan como alimento especialmente sagrado, un don de Dios que había que honrar como tal.
El trato con el pan exigía un ritual que había que cumplir so pena de profanarlo y concitar la ojeriza de la divinidad por la ingratitud humana.
Estas deficiencias de ritual con el pan eran consideradas como pecado venial, pues se consideraba que eran fruto de la negligencia o el descuido pero si eran hechos adrede eran tenidas como sacrilegio y grave ofensa a Dios.
Por supuesto que el pan no podía ser colocado de cualquier manera y con descuido, eso hubiera sido imperdonable.
El pan siempre debía de ser colocado con la parte más cocida hacia arriba pues esa acción significaba que “estaba con Dios”, si se colocaba al revés significaba que “estaba con el demonio”.
Si por algún azar el pan caía al suelo era preciso recogerlo con suma presteza, pedir perdón a Dios, y dándole un beso en señal de desagravio, ponerlo de nuevo sobre la mesa.
Algunos incluso rezaban una breve oración o jaculatoria para justificarse por el descuido y librarse del castigo o del enfado de las potencias celestiales, o terrenales en forma de padres y madres.
Esta costumbre de besar el pan, no era otra cosa que una manifestación de la muy arraigada costumbre de besar las cosas santas y solo estas.
El pan en forma de eucaristía goza del máximo significado en la religión cristiana y toma su simbología del Beith o casa de piedra, que más tarde se convierte en casa del pan para transformarla en la morada de Dios. Así, desde sus orígenes el pan ha estado asociado a la vida activa y el vino, a la vida contemplativa, por lo que el sacrificio de la misa establece la síntesis perfecta.
Por ello tirar el pan, que originariamente constituía un acto desencadenante de las fuerzas del mal fue progresando y se convirtió en un acto de irreverencia, casi sacrilegio. En cualquier caso este gesto acarrea desdicha.
Durante miles de años, el pan ha sido una parte esencial para el hombre y no es de extrañar que se haya reunido en torno a él su propio folclore.
En muchos países se considera que un pan horneado en el Viernes Santo por la mañana y conservado hasta el año siguiente es un medicamento eficaz contra los trastornos del estómago.
El paciente debe rayar un poco de pan rancio en el agua, beberla y esperar la mejoría.
Otra virtud especial atribuída al pan horneado en el Viernes Santo es que no se le formaría el moho como el pan ordinario, según sostienen.
Entre los pescadores de aguas profundas, muchos siguen viviendo en las superticiones, y se relacionan con un pan cuando un miembro de la tripulación ha muerto, se arroja un pan con un cirio encendido sobre él y flotando con éste, el espíritu encuentra paz.
Muchas amas de casa al hornear sus propios panes caseros, le hacen la señal de la cruz para protegerse de la mala suerte.
Con el pan no hay escapatoria y jugar con él infunde presagios nefastos que expresa irónicamente el refrán: Con el pan recién cocido, no juegues si no lo has comido.
No ha de comerse el pan que ha mordisqueado otra persona, pues se suscitará su odio, ni arrojar migas a la lumbre, ni engullirlo tostado ya que nacerán parásitos. Se dice también que las tostadas quemadas son el alimento del diablo, por lo que hay que tener buen cuidado con ellas. Tampoco debe colocarse de forma inversa a cómo salió del horno.
Es bueno clavarle alfileres si se quiere provocar un mal a alguien. Al tiempo que se alfiletea debe decirse en voz alta el nombre de la víctima.
Si antes de cortar el pan no se hace el signo de la cruz sobre él, bien con el pulgar, bien con el cuchillo (y es creencia muy arraigada todavía en la España rural), uno se está haciendo acreedor a un castigo, en apariencia arbitrario que puede provenir de la considerada autoridad competente en forma de multa. En el momento en que uno corta el pan no debe permitir que otro lo sujete. Tampoco se puede cortar por los extremos y siempre es mejor valerse de las manos que de un objeto cortante, pues aquél fue el modo en que Cristo lo hizo durante la Última Cena.
Cuando el pan cae al suelo de forma involuntaria, habrá disputas familiares y, en este caso, hay que besarlo o hacer tres cruces sobre el suelo al recogerlo. El pan, junto a la sal, el primer elemento que hay que depositar en la nueva casa a la que alguien se ha mudado y si queremos proteger a los niños de cualquier instigación o maleficio brujeril, basta con introducirles en su indumentaria o en la cartera del colegio una corteza de pan suficientemente reseca.
Fuentes: Internet